La puerta entreabierta
Lo que compartimos no lo cambia ni el tiempo ni la distancia. Esos que fuimos atesorarán para siempre esos momentos en que la noche era eterna y más oscura de lo normal, en los que el corazón no encontraba rumbo y bordeaba cornisas peligrosas, en que lo único que nos salvaba era esa mano siempre extendida, ese oído dispuesto a cualquier hora y esas palabras que abrazaban sin necesidad de brazos. Esos que fuimos nos mostraron espejos en los que no queríamos vernos, pero cuyo reflejo fue necesario para crecer y fortalecernos. Nos hicimos tan indispensables que llegó un día en el que nos sobramos. Se extrañaron las charlas, los consejos y esos tangos sin música en los que nos encontrábamos cada día en que la vida pesaba al despertar. No volvimos a hablar por mucho tiempo. Me sentí sola muchas veces. Pero entendí que esa distancia era otro regalo para que pudiera ver todas esas aristas que nadie más me mostraba. Dolió sí, mucho… Esperaba el reen...