Empezar el año en un lugar soñado,
rodeada de mis seres más queridos,
a bordo de un sueño compartido,
largamente proyectado,
no tiene precio...
Vale cada peso y cada desencuentro,
porque recibimos todos y cada uno,
una dosis enorme de energía,
mimos, risas y recuerdos para toda la vida.
Cada una de las fotos es un instante mágico, único...
que ya nos llena de nostalgia...
Esa misma nostalgia
que nos hará, seguramente,
acariciar un nuevo sueño
para volver a proyectar otra aventura...
Brindo por eso...